domingo, 19 de noviembre de 2017

Lo malo de morirse

Lo malo de morirse -aparte, por supuesto, del dolor de los familiares, que es lo más importante, y del sufrimiento previo que casi todas las muertes suelen conllevar- es no enterarse de nada de lo que va a ocurrir después. Esto no hay dios que lo remedie, así que se me ha ocurrido algo para, cuando menos, mitigar la rabia que me da esa ignorancia.
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Es un proyecto a larguísimo plazo, y como tal, de muy incierto cumplimiento, pero no por ello me voy a echar para atrás. ¿Quién dijo miedo? El juego durará, como mucho, lo que dure la tecnología que lo soporte, salvo que alguna persona solidaria lo renueve del modo que entonces sea oportuno: vayan mis más profundos agradecimientos hacia ella desde este humilde diecinueve de noviembre de 2017.
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Se trata simplemente de que en los comentarios a esta entrada del blog alguien me cuente, cada veinticinco años, las principales novedades que hayan ocurrido en el cuarto de siglo anterior. Puede hacerlo cualquiera; esto es, cualquier persona que se encuentre con el blog y decida contármelo. ¿Por qué cada veinticinco años? Solo porque es una fracción entera de un siglo, lo bastante larga como para que hayan ocurrido algunos cambios sustanciales en los asuntos que más me interesan (o que los futuros colaboradores piensen que me habrían interesado), pero no tan larga como para hacer casi imposible la continuidad de esa imaginaria comunidad de colaboradores.
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Los temas que me atraen, ya sabéis que son de lo más variopinto: qué novedades han ocurrido en la política, en la ciencia, en la filosofía, en la investigación histórica, arqueológica y filológica, en qué se diferencia el cine, la literatura, la música o las artes en general con respecto a lo que se apuntó en ocasiones anteriores, qué desarrollos tecnológicos han cambiado más la sociedad, cómo va la salud del medioambiente, qué hay de la exploración espacial, etc., etc.
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Me consta que un problema técnico difícil (aunque no más que el mantener una cadena de personas que se encargue de esto, o el de la obsolescencia de los soportes informáticos necesarios para el proyecto) es, naturalmente, el que se deriva de que a día de hoy, por suerte, no sabemos aún la fecha en la que moriré. Ahora me falta poco para cumplir los 54, así que, si fijamos esta fecha como inicio del proyecto, tengo razonables esperanzas de ser yo mismo quien escriba algunos de los comentarios dentro de 25 años, el 19 de noviembre de 2042. Confío en que alguien pueda empezar a llevar la cuenta en el momento en que llegue el día.
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Saludos a todos y a todas desde un pasado que ojalá no echéis demasiado de menos.