miércoles, 28 de enero de 2015

¿Izquierdas o derechas? Cuestión de gustos (pero no solo)

Os traigo unos cuantos gráficos en los que se explica de manera muy sencilla la diferencia entre izquierda y derecha como cuestión sobre las preferencias acerca de los posibles resultados de la economía (nivel de producción y nivel de distribución).
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El primer gráfico intenta representar las posibilidades reales de una economía: para un nivel dado de igualdad o desigualdad que pudiera tener una sociedad (eje horizontal), la curva nos dice cuál es el nivel máximo económicamente posible de producción que en esa sociedad se podría alcanzar. Por supuesto, el nivel de producción que realmente se alcance puede ser menor, pero supongamos, para simplificar, que tenemos el nivel máximo de PIB que es económicamente viable generar dado un cierto nivel de desigualdad.
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La forma de la curva viene a significar que si la desigualdad es muy grande (izquierda), la sociedad no será muy productiva, por varias razones: p.ej., la mayor parte de la gente no tendrá un grado de formación suficiente para poder hacer trabajos muy productivos; el incentivo para mejorar la producción, sabiendo que tus posibilidades de prosperar son pocas, también será bajo; el estado tendrá que gastar muchos recursos para impedir o reprimir las protestas sociales, etc., etc.
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Por otro lado, si la igualdad es muy grande (derecha), la sociedad tampoco será muy productiva, porque si la gente sabe que va a recibir exactamente lo mismo, o casi lo mismo, con independencia de cuánto se esfuerce, de cuánto innove, de cuánto intente mejorar lo que está haciendo, etc., entonces tampoco habrá un nivel de producción demasiado alto.
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Por lo tanto, la curva de producción tendrá seguramente un máximo en algún lugar entre los dos extremos de máxima desigualdad y de máxima igualdad. La forma concreta de la curva (p.ej., si su altura en el punto 0 del eje de ordenadas es mayor o menor que su altura en el punto 1, o cómo de verticalmente crece al principio o decrece al final) no es muy importante para mi argumento. Pero lo importante es que nos demos cuenta de que la curva será la que es, con independencia de lo que nosotros pensemos o deseemos acerca de ella. El objetivo de las ciencias sociales debería ser descubrir cuál es la forma real de la curva, y cuáles son las formas de conseguir realmente que sea más alta de lo que es, no sólo convencer al adversario de que las ideas que tiene sobre la forma de la curva son debidas a su ideología. Este tema es muy interesante, pero lo dejaré para la siguiente entrada sobre el tema. Ahora voy a asumir que la curva de producción tiene una determinada forma, y explicaré la diferencia entre "ser de derechas" o "ser de izquierdas" en términos de nuestras preferencias sobre qué punto de la curva es el que nos parece socialmente preferible.
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Cada punto del gráfico está definido por dos variables: cuánta igualdad tiene la sociedad si se encuentra en ese punto (el valor del punto en el eje horizontal), y qué producción tiene en ese punto (su valor en el eje vertical). Cada persona puede tener preferencias distintas sobre esta cuestión, es decir, si seleccionamos DOS puntos al azar en el gráfico (no en la curva, sino en cualquier punto del gráfico), podrá ocurrir que una persona prefiera el primer punto al segundo, y otra persona, en cambio, prefiera el segundo en vez del primero.
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Si ahora tomamos a una persona y le mostramos UN punto cualquiera del gráfico, podríamos representar también TODOS los puntos que para esa persona son igual de buenos o igual de malos que ese punto. Normalmente, esos puntos estarán incluidos en una línea (como las líneas de nivel en los mapas físicos, o las isobaras en los mapas del tiempo), que llamamos "curva de indiferencia".
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Pues bien, el segundo gráfico muestra las preferencias (idealizadas, en el sentido de simplificadas al máximo) de un "neoliberal": lo que a él le importa es que la economía tenga el mayor PIB posible, y cómo se reparta ese PIB le trae sin cuidado. Sus "curvas de indiferencia" son, de este modo, líneas horizontales (cada línea horizontal representa situaciones en las que el PIB es exactamente igual). Si de dos puntos uno de ellos representa una mayor producción que el otro, nuestro "neoliberal" preferirá el primero. ¿Cuál será el punto de la curva que preferirá? Pues, obviamente, su máximo.
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El tercer gráfico muestra las preferencias (idem) de un "igualitarista": cómo de productiva sea la sociedad no es lo que le preocupa primordialmente, sino cómo de igualitariamente repartida esté la riqueza, de modo que, cuanta más igualdad, mejor. Para él, las curvas de indiferencia son líneas verticales, y su óptimo es, por supuesto, el punto más a la derecha.
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Pienso que la mayor parte de los miembros de las sociedades democráticas no tenemos preferencias que coincidan con estas dos idealizaciones, sino que más bien nuestras curvas de indiferencia son inclinadas (y con pendiente negativa, o sea, decrecientes), como en el cuarto gráfico, lo que quiere decir que valoramos el nivel de riqueza Y TAMBIÉN el nivel de igualdad: en ocasiones preferimos renunciar a un poco de riqueza en nuestra sociedad, si ello sirve para elevar en una medida considerable el nivel de igualdad, pero también preferimos renunciar a un poco de igualdad si ello sirve para elevar considerablemente el nivel de riqueza. (Que las curvas, además de inclinadas, sean curvas -convexas, más en concreto- y no rectas, tiene otra justificación, pero es un poco complicada y no merece la pena detenernos en ello). Nuestro "óptimo social" se hallará, por lo tanto, en algún lugar de la curva de producción comprendido entre su máximo y su extremo inferior derecho.
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Cuánto de inclinadas estén nuestras "curvas de indiferencia" sociales será una medida, por lo tanto, de "cuánto de izquierdas" somos cada uno. Cuanto más horizontales, más de derechas. Cuanto más verticales, más de izquierdas. Cuanto más de derechas, más elevado estará nuestro óptimo social (es decir, menos igualdad desearemos, a cambio de un nivel de producción elevado). Cuanto más de izquierdas, menos elevado estará nuestro óptimo en el gráfico (es decir, más igualdad desearemos, aunque sea a costa de tener menos riqueza que repartir).
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El principal problema de los debates políticos es que en realidad, sabemos muy poco acerca de "por dónde pasa realmente la curva de producción", y esto nos hace tender a confundir la realidad con nuestros deseos. Pero, como digo, ese asunto lo dejo para otra entrada.

sábado, 24 de enero de 2015

NO ME GUSTA... que llamen "moderna" a la Edad Moderna

¡Que no, coño, que no! Moderna es Meghan Trainor, moderno es David Foster Wallace, moderno es Pablo Iglesias (Turrión, no Possé).
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Pero si a ti te preguntan si te gusta la música moderna, no dices: "Ah, sí, me encanta, sobre todo Henry Purcell y Tomás Luis de Victoria". ¡Carajo, que esos son más antiguos que Antonio Machín! Si esos son "modernos", entonces Imperio Argentina ¿qué es, futurista?
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¡Vamos, anda! .

miércoles, 14 de enero de 2015

¿Qué es la religión?

La religión es, ante todo, la creencia de que la existencia del mundo y de la humanidad responden a un orden moral.
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Por cierto, en esta línea os dejo un comentario que acabo de escribir en el blog Filosofía en la Red (en una entrada sobre "Las creencias de un ateo").
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Hay un problema con la palabra "creer", que se usa en dos sentidos radicalmente distintos. En un sentido, decimos "creer" para dar a entender que NO estamos seguros de algo ("¿sabes que Juan está en casa, o sólo lo crees?"). En otro sentido, decimos "creer" para dar a entender precisamente lo contrario, que SÍ estamos seguros (en este sentido Platón dio la famosa definición de "saber" como "creencia verdadera y justificada", y es en este sentido en el cual los defensores de la religión suelen calificar la fe: creencias serían aquellas ideas que no puedes demostrar racionalmente, pero sí estás seguro de que son verdad; suele ser este significado el que se usa cuando hablamos de "creer en", en tu madre, en dios, etc.). Esta ambigüedad es una trampa en las discusiones, pues los críticos del ateísmo (y en realidad, muchos ateos que no se lo piensan lo necesario) argumentan en vaivén según el sentido que les interese en cada caso
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En mi opinión, el debate más interesante es según el PRIMER sentido: ¿cómo de SEGUROS podemos estar de que dios existe, o de que no existe? Mi respuesta es que podemos estar BASTANTE seguros (aunque por supuesto, no totalmente) de que dios es una invención, y por lo tanto, es BASTANTE probable que sea tan falsa como todas las demás invenciones mitológicas. O dicho de otra manera, no se trata de creer (en el sentido de "estar seguro, pero sin pruebas de") si dios existe o si dios no existe, sino que se trata de CÓMO DE RAZONABLEMENTE SEGUROS podemos estar de ello. El ateo no será, por lo tanto, el que "cree" (en el sentido de que "está seguro de, pero sin pruebas racionales") que dios no existe, sino el que lo ve tan improbable que SOSPECHA que dios no existe.
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http://abordodelottoneurath.blogspot.com.es/2012/08/la-diferencia-entre-el-ateismo-y-el.html

jueves, 1 de enero de 2015

¿Tienen derecho los autores a vivir de su obra?

Enlazo al jugoso blog de Berat Ruiz Domènech, donde estamos teniendo una discusión sobre la pregunta que da título a esta entrada y a la suya. Copio uno de mis comentarios:
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No te confundas de enemigo. Quienes más interés tienen en mantener el sistema de coacción legal, judicial y penal en defensa de los derechos de autor son las grandes corporaciones multinacionales de la industria del “entertainment” y los grandes grupos editoriales. La libre circulación de la información. y de las creaciones culturales que pueden transmitirse como paquetes de datos, es algo que los neocon y la gente de la ideología de Wert odian con toda su alma. Tu propio ejemplo de un gran escritor que, viviendo toda su vida en el sistema de derechos de autor que se supone que estás defendiendo, no consiguió ganarse el sustento con ello, no apoya tu discurso sino que lo desmonta: el sistema de copyright no ha sido lo que les ha ayudado a crear sus obras, sino la posibilidad de tener otras fuentes de ingresos, y suficiente tiemp
o libre. Lo que hace falta es defender que haya más gente con el nivel cultural necesario para dedicarse a escribir, y con trabajos lo suficientemente poco alienantes como para permitir el enriquecimiento personal a través del ocio. Defender que la Disney pueda seguir cobrando royalties por “Blancanieves” más de un siglo después de su estreno, en cambio, no va a ayudar en lo más mínimo a que surjan en el futuro nuevos Javier Tomeo.
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Enlazo a algunas entradas del Otto Neurath en las que también hablaba de este tema.